Denuncian que las agencias del Gobierno federal usan y abusan de los informantes indocumentados por años, con la promesa de darles residencia permanente
Norma conoce prácticamente el infierno. Dice que lo ha vivido desde niña por el maltrato y pobreza extrema en el sur de Texas, de adolescente cuando fue obligada por su padrastro a entrar al mundo del narcotráfico, después como informante en operativos de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) y a lo largo de 39 años como indocumentada. Asegura que en 1989 aceptó trabajar para la DEA, a sus 19 años e indocumentada, porque se le hizo una promesa de protección y legalización migratoria que jamás le cumplieron.
Y ahora, se siente atrapada y burlada por ese mismo sistema al que sirvió casi dos décadas y que mantiene su vida en un limbo.
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